Tokio Hotel, la conocidísima banda alemana visitó nuestro país a principios de semana, en dos conciertos en la capital y en la ciudad condal. La cobertura de prensa fue masiva, y durante días han estado apareciendo en los informativos de las cadenas más importantes las fans que habían hecho cola, algunas, desde hacía más de dos semanas. Con tal panorama, era de esperar la efervescencia que se vivió antes del concierto, en la que las fuerzas policiales se mezclaban con los periodistas que robaban las últimas declaraciones y los gritos de impaciencia de muchos. Parecía que las puertas nunca se fueran a abrir.
Pero lo hicieron, y la avalancha de quinceañeras, de padres, de chicos y de chicas inundó el recinto a las siete y media de la tarde. Una hora y media después, las luces se apagaban, y el escenario empezaba a descubrirse mientras la intro de este Humanoid City Tour empezaba a sonar. Una gran bola metálica de la cual emergía Bill Kaulitz, con el extravagante look elegido para esta gira. Una plataforma sobre el escenario albergaba al baterista Gustav Schäefer. A ambos lados, sendas escaleras por las que circulaban el bajista Georg Listing y el guitarrista Tom Kaulitz. Empezaba entonces una arriesgada apuesta de estética y sonido que muchas voces apuntan como un reclamo hacia el último album de la banda, Humanoid.

Y en efecto, esta gira se apunta como un grito desesperado para salvar un disco cuyas ventas (en tres ediciones) no han conseguido la aceptación que sus otros trabajos habían tenido. Así, el repertorio se basó en canciones de este álbum, dejando de lado sus raíces, exceptuando las canciones Moonson, Break Away y Ready, Set, Go! Aún así el público se volcó, y quizás el momento de máxima conexión fue al introducir el estribillo de Monsoon en la canción Screamin', cuando el estadio se puso en pie. También son destacables por su gran espectáculo, el momento en el que Bill aparecía en el escenario con la moto (famosa ya en este tour) o cuando aparecía un piano en llamas en la canción Zoom Into Me.